Damsi Figueroa (Talcahuano, 1976). En 1994 publica su primer libro de poesía, Judith y Eleofonte (Ed. Letra Nueva). Sus poemas han sido incluidos en varias antologías, entre las cuales destacan Poetas Chilenos para el Siglo XXI (Ed. Dibam, 1996), Ecos del Silencio (Ed. Mala Face, 1998) e Informe para Extranjeros (Colección Juan Ramón Jiménez, España, 2001). Su trabajo poético también se extiende al campo experimental de las instalaciones y el arte conceptual. En 1997 concluye la escritura de su poema Sobre los bellos durmientes, escrito sobre durmientes de 200 metros de línea férrea, en el pueblo de Hualqui. Su última publicación es Cartografía del Éter (Ed. del Temple, 2003).
HISTORIA DEL HOMBRE DE OCCIDENTE
Hizo cosas muy sencillas
bajar del árbol
encender la chimenea
dar la espalda al brillo de las llamas
caminar en la penumbra
Perdido dentro de sí mismo
inventó una pequeña teoría
fabricó un avión de papel con un boleto de micro
lo lanzó por la ventana
Buscó la clave, la razón de todo esto
Miró el reloj
y entre dos brillos apagados
destruyó su mundo
tan pequeño
solitario y tan sencillo.
APOCALIPSIS DEL MOTIVO
Toda la fauna reflejada en una fuente
La bestia con sus cuernos rotos
La bestia descamada
Semen sobre las plumas del cisne
Sobre su cuello blanco y su pico sepultado
Semen sobre su ala rota
Se desgranan las pupilas del cordero
Las vértebras del cisne, como frutos maduros en la fuente
Y tú, que solo imitas el dolor del ciervo herido
Nada puedes hacer para lavar la sangre de mis ojos
(Tú lengua está limpia)
Nada puedes hacer para que tu canto arda.
INVOCACIÓN A GABRIELA MISTRAL
Estás colgada.
El viento dice su canto a tu muerte.
Estás colgada y no quieres
los arrullos del viento que ama mecerte.
Te buscan las serpientes de mi abrazo.
Luciérnagas.
Cigarras.
Pimentales.
Nidos de grillos bajo tu alta cama.
Pan y mujer vieja
en país sin río se encontraban:
“Quiero volver a tierras niñas
llevadme a un blanco país de agua”
Para tu fábula no hay país. Yo solo te doy
esta música tan pobre,
este trastravilleo mío.
Es verdad que me cobijé en tu árbol,
que vagué por tu valle y que te he buscado;
busco la ley por la que han sido atadas
las gavillas maduras de tus versos.
Pero tú misma has roto esa ley y te esparces
en yepo, en esporas.
Un hilo de voz de alma vibra.
Flamea.
En gemidos atados, espasmos de lo que de tu canto queda.
Gabriela amada,
Estás colgada
y yo
no tengo una cuerda para atarme.
Poemas inéditos.
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