jueves, 19 de noviembre de 2009

Marcelo Mellado

Marcelo Mellado (Concepción, 1955). Es profesor de castellano por la Universidad Católica de Chile. Es autor de las novelas El Huidor (Ed. Ojo de buey, 1992), La Provincia (Ed. Sudamericana, 2000) e Informe Tapia (Ed. La Calabaza del Diablo, 2004); y de los libros de relatos El Objetor (Ed. Cuarto Propio, 1995) y Ciudadanos de baja intensidad (Ed. La Calabaza del Diablo, 2007). Su último libro es Armas Arrojadizas (antología de cuentos, Ed. Metales Pesados, 2009).





HAMELIN



Macho, doméstico, joven ejemplar, que ejercía de mascota en casa de una vecina de la población Las Dunas, provoca un apagón que abarca gran parte del barrio Barrancas y Llo-Lleo. El joven ejemplar de gato, según descripción del conservador del museo variopinto de la comunidad que estuvo a cargo de los primeros auxilios, habría escalado o trepado a una subestación o torre de alta tensión, y al transitar por los cables habría provocado un corte de circuito. La especie felina, según las propias palabras del conservador, habría transportado la energía, la que pasó por su cuerpo y fue liberada a través de una herida de aproximadamente

quince centímetros, verificable en la zona de su pecho. De no haber sido liberada dicha energía, el felino se hubiera quemado, es decir, el animal hizo de conductor, lo que le habría salvado la vida.Esta información fue rescatada por YouTube y habría salido como reportaje

en la televisión local. Además se consignaba un aspecto administrativo y de salud: la empresa Chilquinta, proveedora de la energía eléctrica en la zona, se habría hecho cargo de los costos del veterinario que tuvo que practicar la cirugía mayor. Se trataba del profesional Plutarco Zúñiga, hijo de don Pluto, agraciado poeta de nuestra comunidad.

Es habitual que el conservador del museo municipal se ocupe, por afición y doctrina, de la atención de animalitos, domésticos o indómitos, heridos o catastrofeados disculpar adjetivo por los efectos de una modernidad compleja, pensé para mis adentros. Por eso, así como el ejemplar de gato fue acogido en primera instancia por el dispositivo de rescate del museo, otras especies también han sido acogidas por el mismo, como aves y lobos marinos que han quedado varados y heridos en las orillas de nuestro litoral. Pero también han sido recuperados

ejemplares de fauna que habitan en las áreas más altas del territorio, como zorros, quiques e incluso pumas (que no suelen dejar verse). Todo esto es muy lindo y atractivo, pero aquí falta la gente, digo y pienso.

Yo, por mi parte, me complico con los ejemplares de ratas que asolan mi casa y el vecindario y de las que nadie se hace cargo. Las políticas ambientales o de salud no alcanzan para eso; no tienen la espectacularidad mediática de los temas glamorosos de la ecología soft, más consumible por la población, pienso o me imagino. Porque yo pienso y me imagino muchas cosas, una de ellas tiene que ver con la necesidad de que un moderno flautista de Hamelin se haga cargo no sólo de las ratas portuarias me refiero a esos roedores que tienen su hábitat

en la ciudad puerto, y que probablemente por el tema granelero aumentan exponencialmente,

y que yo propongo el control biológico con un ejército de gatos bien entrenados, sino también de todas las ratas antropomorfas que pueblan el territorio.

El cuento “El flautista de Hamelin”, que de niño me impresionó sobremanera y cuya crudeza pude entender años más tarde en una relectura crítica al darme cuenta de que en el fondo era una metáfora del emprendedor moderno , se trataba de un personaje que implementa un sistema paradojal para enfrentar la catástrofe de la peste negra. Estamos ante un emprendedor

que vendió una estrategia a una comunidad, una especie de arbitrista, como el que aparece en el Buscón de Quevedo, que vendía dispositivos bélicos a ciudades Estado para el buen logro de sus empresas guerreras. Quizás eran vendedores de pomadas, pero en este caso son los que usan la imaginación de modo productivo, aunque aparezcan como delirantes por la pasión puesta en sus certezas.

Hoy, en nuestra maldita modernidad, los funcionarios encargados de aplicar políticas, al ser nombrados por razones distintas al cargo que deben ejercer, no son capaces de tomar las medidas que corresponden o las que indican la ciencia y la técnica, e incluso el sentido común, pienso y digo. El problema es que nunca se toman las medidas adecuadas. En un pueblo como el nuestro proliferan las ratas, los perros y los gatos; por eso pienso que es totalmente

inútil que el conservador del museo haya salvado a ese gato que además provocó un daño a un servicio tan importante como es la electricidad domiciliaria. Y también proliferan las pulgas, los zancudos, las moscas y las arañas, y otros animales más o menos dañinos, incluyendo a la gente, que es la que más prolífera y uno sinceramente piensa que no puede seguir naciendo tanta basura humana, tanto hijo del demonio, que cómo no se esteriliza a una buena cantidad de la población, al igual como se piensa hacer en algunas partes con gatos y perros. Pero basta de lamentos, hay que entrar a la acción directa.

Tengo dos gatos capados que preparo como cazadores, esto a pesar de que no me gustan los gatos. Los estoy condicionando para que eliminen todo animal que repte o circule en el rango que lo hacen los roedores. Éstos incluso podrían dar cuenta de pericotes y guarenes, y hasta coipos, de los que hay en el estero Llo-Lleo, aunque no es una fauna que haya que eliminar, porque están dentro de los protegidos, pero no así los conejos, para los que preparo tanto a perros como a gatos. También tengo el plan de preparar perros para que ataquen y reduzcan o neutralicen radicalmente a los indeseables de la localidad que se juntan en las esquinas barriales. En esta segunda etapa se necesita mayor implementación y un proyecto más legitimado a nivel de autoridades de salud y de gobierno interior.

El tema lo conversé con un par de vecinas y quiero creer que estuvieron de acuerdo. Incluso sería planteado como una propuesta vecinal al municipio. Para mí es obvio que la pauta del desarrollo en esta localidad tiene que ver con la inversión en el medio ambiente, es una de las posibilidades turísticas que habría que indagar, pero la población es idiota o muy determinada

por las pautas ordinarias de consumo. Por eso para mí era clave que ese museo diversificadísimo

debía ser el eje del desarrollo local; gracias a él podríamos arreglar las playas contaminadas y los esteros, incluso la misma desembocadura del Maipú, que es un mierdal.

Alguna vez me había imaginado que la biblioteca pública municipal podía ser la pauta del desarrollo,

por esa mitología que aún persiste en provincia de que la cultura libresca es fundamental;

pero no, a lo más reúne a unos bolcheviques criollos con nostalgias épicas o a laicos fatuos con aires de superioridad. Igual este asunto yo lo había conversado con la Verito, una viuda que era muy entusiasta de los temas de desarrollo local y que le daba duro a la ecología y otras yerbas y que enganchaba conmigo en estos asuntos y en otros.

Con ella y otras vecinas parlanchinas, casi todas sin marido o a punto, comenzamos a imaginarnos

en sesiones de tecitos y galletas cómo construir una ciudad limpiecita (sin caca de perro y sin tachos de basura volcados por los mismos perros o por los pendejos borrachos y drogados que transitan por las noches), con playas recuperadas para el baño y el turismo decente y cómo recuperar esa fluvialidad que es tan importante para nuestra comuna y provincia,

y que determina modos ancestrales de vida que es necesario preservar.

Todo eso había que promoverlo con o desde la municipalidad, a través del museo con todas sus variantes (ciencias naturales, oceanografía, arqueología, historia, antropología, zoológico,

centro de recuperación de animales heridos, fiscalía de pesca y caza, etc.), y más concretamente

por la vía de la recién formada Agrupación de Amigos del Museo, para que el ingrediente “ciudadanía” pesara en nuestra cultura democrática, porque se ve bien que la comunidad, a través de sus organizaciones de base, participe o sea protagonista de asuntos como éstos. Obviamente que había muchísimas dudas entre las chiquillas en relación a las políticas oficiales, pero sobre todo aparecía como el gran obstáculo al desarrollo el ejemplar masculino que cumplía la labor de conservador del museo, que tendía a centralizar todo en él, apropiándose de una institución que era naturalmente de toda la ciudad y no de un particular

que lo utilizaba para floreo personal.

Los ejemplares de hembras, maduras, cercanas al climaterio, a pesar de los inconvenientes, estaban optimistas por el solo hecho de tener una motivación de trabajo comunitario; es decir, había un hecho político ciudadano, dijo Mariana, que tenía alguna experiencia como dirigenta sindical. Y como casi todas tenían gatos y perros, pusieron sus mascotas al servicio de la causa. Causa que tenía varias patas, una de ellas, la más dura, era la institucional, que no era otra cosa que la lucha comunitaria, las reuniones con autoridades, las discusiones con funcionarios, etc.; pero estaba todo lo otro, que eran las operaciones directas, como podían ser la limpieza de playas y esteros, el combate a la mierda de perro, el control de plagas, la recuperación de las vías peatonales y, en general, la limpieza de toda esa basura humana que tendía a copar el espacio de lo público; para ello había que desarrollar un trabajo de seguridad ciudadana y de sanitización social.

Pero había algo más, la Verito y la señora Mariana, como tenían un pasado bolchevique, querían realizar una acción de fuerza que no descartaba la posibilidad de tomarse el museo e incluso la misma municipalidad.

Sin ir más lejos, al grupo operativo lo llamamos, en un divertido gesto citacional, Hamelin. El dispositivo Hamelin, por extensión, era la operación ambiental que debía limpiar el territorio de todo lo indeseable, incluido, claro está, los ejemplares antropomórficos que dañaban el entorno, y ese podía ser el mismo alcalde o el conservador.

Se necesitaba un flautista, en el sentido de ubicar el instrumento que simbólicamente produjera

la mediación que eliminara el daño o el mal que amenazaba la ciudad. Si había malos olores muy frecuentes por lo de la harina de pescado se proponía inundar la ciudad de flores aromáticas, ojalá silvestres. Si había mucho gato o perro se recomendaba organizar una cacería furibunda con lazos y escopetas, y en la que participaría toda la comunidad, festivamente.

Si el río traía mucha mierda se proponía embancarla en la orilla que da a Rocas de Santo Domingo, porque los ricos se merecen toda la mierda del mundo.

En una oportunidad en que andábamos por la ribera del río, tomando muestras de agua, encontramos un cuerpo extraño flotando, pensamos que se trataba de un perro, pero no, era un sujeto, de esos que llaman cadáveres, amarrado con alambres y con evidentes signos de violencia homicida. Era una masa inflada y sanguinolenta; era, sin duda, el ahogado más horroroso del mundo. Jugamos con él un rato, pensamos incluso llevarlo al museo para su clasificación y posible exhibición como patrimonio del horror chilensis, pero decidimos devolverlo

al río para que alcanzara, poéticamente, el océano.

Al otro día hicimos una fiesta con todas las chiquillas para celebrar la primera entrega oficial

de una propuesta al municipio, en la que, además de solicitarle audiencia al alcalde, le hacíamos ver la inconveniencia de que el actual conservador del museo siguiera en el cargo, porque como agrupación de amigos, la nueva ciudad, equilibrada ambientalmente, debía surgir de entidades con líderes con afán de servicio y no de autoservicio, y proponíamos una alianza entre la biblioteca municipal, el museo municipal y la ciudadanía para mejorar la comuna. Algo como eso decía la misiva, creo, pienso.

En la celebración estaban todas las chiquillas y yo. Y las cabras se anduvieron copeteando un poco. Hasta ese día nadie había reparado en el hecho de que era el único hombre del grupo, y además el fundador de la agrupación, porque me imagino que el resto de la gente sí habrá sentido curiosidad por ese hecho; pero para mí no era tan extraño, las mujeres siempre

han sido más activas y comprometidas que los hombres (aunque por ahí leí que este era un fenómeno nuevo, de no más de veinte años). Parece que los milicos se cagaron a la población masculina chilensis, digo.

El asunto es que las chicas estaban súper alegres y el entusiasmo con el proyecto las conectó aún más con los contenidos del mismo. Ellas sabían que tenían que preparar a sus gatos y perros para la contienda, y prepararse ellas mismas; es decir, ellas también eran la flauta del flautista de Hamelin, o su música. Y con un poquito de trago se lo tomaron más que en serio y comenzaron a ronronear como gatitas o a gemir como perritas, y a exigirme que les enseñara

las técnicas de caza con que estaba formando mi piquete gatuno de control biológico, así como el modelo canino al respecto. Y uno que siempre anda preparado y dispuesto, no importando las circunstancias, comencé a usar los instrumentos de formación, como las pelotitas

tiradas por un hilo que simula una rata, juegos de salto y control y administración de la presa. Con las que optaron por el modelo canino era algo más complicado porque había que ponerles un collar y darles muchas nalgadas, lo que obviamente implicaba otros protocolos. Igual yo diría que fue una buena performance que sirvió al grupo para afianzar sus objetivos y crecer institucionalmente, y así enfrentar con solidez los desafíos por venir.



Cuento publicado en La Nación
(Domingo 6 de enero de 2008)

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