Diana Bellessi (Zavalla, 1946). Estudió filosofía en la Universidad Nacional del Litoral y entre l969-75 recorrió a pie el continente. Ha publicado, entre otros libros, Destino y propagaciones (Casa de la cultura de Guayaquil, 1970), Tributo del mudo (Ed. Sirirí, 1982), Eroica (Ed. Libros de Tierra Firme, 1988), El jardín (Ed. Bajo la Luna Nueva, l993), Lo propio y lo ajeno (Ed. Feminaria, 1996; reedición aumentada, Ed. Lom, Chile, 2006), Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, 2002), Mate cocido (Grupo Editor Latinoamericano, 2002), Persecución del sueño (poemas escogidos, Ed. Lom, Chile, 2006), La penumbra que mira el oro (poemas escogidos, Ed. Limón, 2006), La voz en bandolera (poemas escogidos, Ed. Visor, Barcelona, 2008) y Tener lo que se tiene (poesía reunida, Ed. Adriana Hidalgo, 2009). En 1993 le fue otorgada la beca Guggenheim en poesía; en 1996 la beca trayectoria en las artes de la Fundación Antorchas; en 2004 el diploma al mérito del Premio Konex; y en 2007 el premio trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes.
EL JARDÍN
He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
de EL JARDÍN (l993)
EL FIN DEL DÍA
Bienvenido silencio amigo mío
en la oscura noche que apacigua
el rumor del viento como un guerrero
cuya furia baila entre los árboles
y sin verlo yo lo veo limpiar
el ruido de la mente cacatúa
ensimismada en su graznido brutal
monocorde y vos silencio mío
daga trueno del monte que rasga
la mugre acumulada las costras
sobre el instinto fino muriéndose
de pura sed por esa atención
donde yo desaparezco salvo
en la función de tensar el sentido
hacia lo visible y su fortuna
inagotable cercana a dios
silencio traicionado amigo nuestro
en el vendaval oscuro del día
dispuesto vaya a saberse a qué
donde el alma se pierde como un piojo
en la cabellera turbia del mundo
DÍA DEL PERDÓN
De todas las cosas que me han pasado en esta vida
son las inocentes las que recuerdo con hondura
y más mientras los años a disparada como potros
en una estela de polvo también pasan y pasan,
pero el vicio nunca acaba de andar así ensuciando
esa claridad solita que viene por encanto
y por gualicho bruto se va de andar pensando fiero
o pensando mal de esto o de aquello y sobre todo
de la siempre linda inocencia franca para darle
a los demás y más aún de la que tienen los otros
o ganas de tenerlas de seguro como yo,
dar y recibir así de ida y vuelta y natural
si miramos bien las cosas qué fácil es perderse
en belleza inocente que no calcula porque ve
solamente hondura o ese espesor de la vida único
al hacer las cuentas donde es llamado el instante
que no nos dio cosa ninguna más que el alma entera
y sabionda de saber nada se lleva y sólo fue
ganar fue seguir en la montura sutil del viento
de TENER LO QUE SE TIENE (2009)
LA FAENA
Viéndome, en lento caminar y en vértigo
no obstante por el áureo corredor
hacia la orilla donde al fin se para
el tiempo y llega aquél, aquel sin límites
que da la espalda al porvenir y gira
sonriendo a la miríada naciente
como hace el corazón ante el invierno
y por un segundo y frente a frente
contempla lo desnudo entre las ramas
con muda admiración para después
asegurarse en la canción extraña
de un ave loca que susurra algo
sobre un temblor de hojas o un latido
en el vacío seno del invierno
veo cerrar al enemigo tiempo
las puertas a los héroes finalmente
mortales y disueltos en el fuego
de efímeras victorias, llora Aquiles
a Patroclo y se llora por saberse
él también un mortal, no torcerá
la espalda de aquél que nos espera
junto al río más sombrío y viéndonos
por un momento ve a nuestros hijos
y los hijos de sus hijos cuando el otro
no el campeón ni el dios sino el rapsoda
hambriento y satisfecho en sus harapos
nos da la bienvenida en el estrecho
corredor donde baila esa última
luz extraordinaria y no sabemos
decir si acorralada o liberada
pareciera invitarnos a una fiesta
de alianza con el bello perdedor
¿que es el tiempo menor o es Aquiles
emergiendo en la dulce sangre propia
que llora lo perdido y lo tenido
para siempre aunque sólo en esa forma?
y busca un centro o la guiñada esquiva
del menor harapiento que le diga
te ha tocado lo mejor haciendo
a su medida como a la medida
de un infinito dios el resplandor
del presente que brilla sólo de ese
modo por caminar sobre la cuerda
de la muerte y el geniecillo todo
en oro inmerso de la luz de otros
gastada en la alegría de ser por un
momento viéndose en el vórtice o
no viendo ya, se une a los balidos
de corderos que entran por el brete
al tremor del magnífico concierto
ya se hizo la faena, no vemos nada
Poema inédito
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